jueves, 10 de octubre de 2013

SIBILA (capitulo III)



III


Dueño de chinchorro y buen pescador, mi padre, Don Vidal Izbașa me enseñó por mi mucha fuerza de voluntad  el arte de la redada de peces y el manejo del arpón para obtener en cada día de mi separación a los estudios el alimento que de mi tía Subi ya no sacaba en sus podridas alacenas y secos libros. Aunque era mi padre un saudoso empedernido tuve por bien acercarme a él. Don Vidal fue el primer pescador que tuve a la mano para aprender a quitarme el terror a la familia haciendo esto por conveniencia  mía y de la familia en aportar para la casa. Yo una niña todavía conocí poco sobre las saudosias de los marineros y de las recias empedernidades que la vida forja en el espíritu de quienes viven de las aguas, simplemente vi a mi padre como lo que para mí era y no lo que él era para con el arte de la navegación y lo que la pesca deja para con las manos del espíritu en los hombres. Sin prejuicios le coloqué toda la disposición a mi padre para que su ánimo no se cayese de solo en las ocupaciones de la laguna porque aunque siempre estuvo acompañado de mujeres, en la aguas era él un hombre muy solitario. Yo su única hija al darle ésta noticia dile entonces también la fuerza para sobrellevar sus ocultas penas para así yo seguir en la profesión de la pesquería  por herencia familiar. Fue entonces que yo niña a muy temprana edad me vi mujer.
Antes de los diez años dominé la pesca con fisga y atarraya, la de atarraya la prefería antes que la fisga porque gusto mucho de nadar y hacer duelo de pez a hombre con tal de demostrar que tan mujer era yo y que tan niña dejé de ser cuando tomé esta decisión. Sea cual sea el motivo pescar con atarraya es sentir con los dedos de los pies el légamo del fondo lodoso, y hacerlo es algo que degusto mucho, sacas de los recovecos los peces y los llevas de tus manos al comal y del comal a la boca directamente. Recuerdo los pies tocando la tierra del lago con mis metatarsos restregándolos en la tierra mojada como una rana regordeta que se impulsa con un bagre preso por las fauces. Atarrayábamos por horas en las orillas de la laguna hasta pasada la luz del día porque el contumaz deseo de mi padre por el trabajo de la pesca era tanto y tan harto que me llevo a mí a no conocer cansancio si se trataba de trabajar. Lo miré siempre con entera disposición para todo, lleno de sonrisas para las dificultades y poniendo dificultades para las cosas que con facilidad todos preferían por ociosa calma hacer. La abulia no la tuvo y aquello que aqueja a muchos hombres del mundo se le escurrió de la templada sangre que le escurría a él como de nacimiento. Así de éste temple eran las venas de mi padre el saudoso y empedernido Don Vidal Izbașa. Romántico viajero, más alto que bajo y dispuesto a bajar lo suficiente como para conocer el más tosco lenguaje de la laguna como para llevarse de a usted con los políticos del municipio. Bigotudo y tan ardiente amante de mi madre como nadador y cazador de pato garbancero, gallaretas y pililes, tan diestro en la pesca como en el galanteo. Sirviéndose su espíritu  de las mismas técnicas para cazar el ánsar, el pez y a la mujer. Y lo digo yo Sibila Izbașa quien siendo mujer confieso que las técnicas no tienen género cuando de coqueteo se trata.

Él llegaba seduciendo a sus presas  con un nado sigiloso, y siempre atento al movimiento del ave iba enmascarando de sus intenciones perforando un bule que ponía en su cabeza para ocultar su rostro verdadero y dar a entender a la mujer otra cara, seguía así disfrazado de cabeza de bule hasta los remansos tulares donde se posaban sus víctimas y allí estando en sus casas  colocaba el nado a sus anchas, entonces cuando el ánsar o la mujer se tenían por bien seguras y hasta amados y necesitados de su presencia él colocaba principio a su descanso y comienzo a su ardiente arrebato - sujetando bajo las aguas a docenas de patos desde sus palmas y jalando así con la mirada del corazón a cuantas mujeres quería su voluntad – supe después por intuiciones de esas que llegan de la memoria de la infancia, cuando la ceguedad de la vida llega, que pude haber nacido yo así y que pudo mi madre no haber sido tan de especial cariño para mí padre como en ese entonces yo pensaba. En fin estas memorias sentimentales no vienen al caso, ahora sirve decir que no sólo me vi yo con espíritu de linfa nadando ágil para cazar las gallaretas, los pililes y el pato garbancero sino que fui de ahí a aprender de éstas remansas formas de caza el arte de enamorar y manipular a los hombres sacando provecho de las migraciones de todas las aves que llegan desde el norte del continente hasta la Ciénega del lago de Chapala, en especial de los turistas estadounidenses quienes fueron mi jugosa presa por mientras estuve en el lago.
Dominé pronto éste arte, haciéndolo yo misma punteaba mis sistemas de bules en los tulares mientras llegaba la temporada para cada cosa, ya de pesca, ya de aves o ya de aprovechar de la jugosa migración del norte. Cuando abril  termina en Chapala no hay ave o pez que den motivo para estar de ociosos en la laguna y otra vida comienza en la tierra colocando todo hombre de la ciénega sus manos a los aperos. Trajinan los suelos cada cual en su cuamil y van cimentándose pepinos de los puños de tierra, borbotes de sandía nacen de los surcos, hilos largos de cebolla, pelitos de chile de muy bajo y enredaderas de larga calabaza. Es muy bonito esto desde abril hasta agosto son las horas de trabajo a Sol abierto. Cuando caía el astro por el cielo de éstas fechas iba yo para las aguas del Chapala caminando polveada de tierra y curtida de la piel por los rayos de mi sudor trabajado bajo las gotas del sol y el peso de los aperos de la labranza.
 Así cansada pero muy complacida llegaba al lago después de arar la tierra andando mirando ahí con intenciones de volver a las aguas, porque has de saber con más detalle mientras transcurra nuestra compañía en estas letras que yo me regodeo en la mar, desde ese entonces me gustaba en armar mi chinchorro sólo por pleno gusto de echarlo a navegar en la laguna. Tenía un gran secreto de técnica del que pocos pescadores hacían uso, en esto que era el colocar un palo desde su proa a modo de trinquete bauprés desde donde me colgaba para ir limpiando los lirios desperdigados que se fueran atravesando en mí ruta y así poder yo salir del muelle sin ayuda más larga que la de mi vela, mi ingenio en manipular el viento y mis músculos. Idea de mi padre fue de colocarle a nuestro chinchorro la entena para relingar una manta que hicimos de vela y en esto de la navegación a vela me instruí como lo hacía la gente de Mezcala quienes son todavía los únicos que utilizan su vela cuadrada, tomé mucho aprendizaje también de los de San Pedro Itsican quienes ponen toldo a su navegación y aprendí también de la gente de las Tortugas quienes eran los que mayormente zarpaban para la otra Isleta de Boca del Río de donde supe yo la mejor ruta para hacerme del negocio de transportar turistas para la isla de los Alacranes.
Como ya se dijo dejé el latín muy temprano y lo tuve por educación hasta los siete años y fue de esa a edad hasta pasado cinco años que me dediqué con toda disposición a la pesquería. Ya los doce años dominada la técnica del timoneo, izando yo sola mi chinchorro sujetando con una mano la escota y con otra alzando mi vela cuadrada con una pequeña driza de mecate mientras subía abordo todas mis jarcias, aparejos de pescar, anzuelos, carnadas y plomos comenzaba el palanqueo. Mi navegación tuvo el nombre de La Leona y así llamé a mi chinchorro por lo que después de tanto andar en ella se me quedo aquello de la leona. Fui desde entonces la más adiestrada navegante del Chapala de entre todos los de mi edad y de algunos incluso de mayores años siendo la única que ofrecía viajes hasta la Isla de los Alacranes por pura cuenta propia, pues no era el mérito de mis fuerzas para palanquear lo que me llevaba hasta la isla sino que me serví del arte de la navegación a vela que pocos en la laguna conocen tan bienamente. Con ese gran alborozo y poco cansancio me ganaba yo de dineros, transcurriéndome así ésta bella fortuna hasta los quince años.
               















lunes, 7 de octubre de 2013

SIBILA (capítulo II)



II

Sobre el cómo la falta de apego a todas las artes y mi repego a la vida pura en todas sus formas formaron mí persona.


Sabiendo que el mundo se compone de cosas que la lengua nuestra llama apocadamente sustantivos me decliné muy pronto a dominar el idioma extranjero que mucha fama tiene en desgajarlos, digo a los sustantivos y no a los extranjeros porque a veces se pueden entender mal las cosas que se quieren decir, así que decidí entregarme a éste estudio con tal de adquirir la flexión y la plasticidad de la existencia en carne propia y en los elementos que componen la naturaleza interiormente entera. Con este motivo dediqué dos años de mi vida al estudio del latín.
Fueron las situaciones estas de tomarme literalmente todo muy en serio por las que en mi vida me padecí mucha enfermedad de crítica y fobias ajenas que me me adjudicaron sin nunca pegarme yo a ellos. Tal fue mi mayor padecimiento pero ten por cierto que fue este hecho de tomarme todo muy en serio por lo que también aprendí de todo con pasión y en extremo, y si algo aprendí de las declinadas clases de latín fue a no bastarme con las copias y requemados de las ideas originales porque me instruí a leer en original al cardenal Nicolás de Cusa, autor que mi tía Subi Maria me daba para leer y que en el pueblo dónde crecí sólo se conseguía en traducciones del original a otro idioma, y de ese idioma a otro y de éste por fin al español nuestro.
Sabiéndome dispuesta me consideré preparada para dominar las declinaciones del latín yendo directa al original de un libro en donde el cardenal Nicolás trata sobre su ignorancia, que es cosa muy curiosa de tratar no por el tema sino por el cómo lo trata, en fin, este librito de la docta ignorancia despertó en mí un hambre por encontrar las recetas del alma platónica, receta  que poco a poco fui ejercitándolas en el cotidiano llevándome en su curso hasta encontrar las más novedosas formas de este pensamiento, primero di con la geometría no euclidiana que desarrolla el Nassim Haramein al indagar sobre la estructura de aquello que se dice vacío, logrando agarrar la fuente de la energía primaria que esconde la forma primera de todas las cosas. De este Nassim aprendí mucho pero más me regodeaba en leer sobre materia de economía porque mi tía Maria Subi me colocó como única obligación y tarea durante mis clases el leer un tal librito que se llama, ¿Así que quieres aprender economía? , y claro que al principio mi respuesta fue rotundamente que no porque yo venía a dominar las cosas del mundo y que por eso había querido tomar clases de latín y no leer el libro aquel de economía, pero te digo que fue muy de provecho el haber seguido la norma de su consejo porque en lo que va de mi vida he sacado mucha ventaja por el conocimiento que me trajo el estudio de la economía física que el senecto Lyndon Larouche hubo retomado desde la ciencia que olía Leonardo el de Vinci y que puso en ejecución en Rusia con el desarrollo de las en tal Godofredo Leibniz. Este conglomerado de gente que mi tía me descubrió lo asimilé de pequeña en la única forma que se puede asimilar a esas edad y cualquiera, es decir lo aprendí por medio de machincuepas, trucos gimnásticos, tocando uno que otro instrumento musical y desarrollando habilidades corporales aprendí a manifestar no escritamente lo que había leído, y lo hice todo visible a través del arte de la acción cosa que no supe en ese momento que estaba pasando porque ya adulta  me descubrí única en hacer esto y sola en mi descubrimiento. Y me dispuse a indagar inconscientemente sobre cómo asimilar el conocimiento teórico de la armonía del mundo en mí propio cuerpo y como manifestarla para que los demás así la descubrieran en sí mismos sin ensimismarse haciendo ésto con una entera inocencia y total entrega que hasta hoy es mi organismo un rito continúo porque casé a mi alama para todo lo que va de mí vida con su cuerpo. La vida es un desconocimiento en el que se nace sabiendo solamente que se nació pasado un tramo de ésta. El secreto está en olvidarse continuamente y dejarse sorprender por el hecho de estar vivo y si la persona humana no practica este ejercicio no logrará mantener la cordura mientras la vida le dure.
Hay verdades pero abundan los engaños y trampas para los que recién nacidos llegan a éste mundo repleto de vivida gente que habiendo nacido primero coloca fijamente su confort a costa del esfuerzo de los demás, y que los otros me engañen pudo pasar, pero que yo a mí misma me llegue a engañar es cosa para no permitirlo. Viendo pues este retablo de leyes gramaticales tan sólidas que pinta la vida y viendo también que la sociedad las considera tan descuidadamente necesarias para vivir, dediqué desde muy jovencita a mejorar mi voluntad en el arte del vivir y por esta razón tuve por bien el hecho de abandonar mis clases de latín para dedicarme con empeño a la declinación innata que me regaló el destino por manipular, organizar, clasificar, guiar, inferir y  accionar en los elementos de la naturaleza. Pero he aquí que tenía la primera dificultad que el mundo me puso para contradecirme. Mi madre.

Para mí recia madre Caterina de Tecomatlán no era opción el abandonar mis clases y por más cuerdo motivo que el explicase sobre lo que mi tía enseñaba sin saber no iba yo a ablandar con cariños a la piedras así que diseñé un plan para lograr convencerla a través de dulces alrevesías pintadas con muy rectas intenciones para que ella no tuviera detrimento en que yo dejara mis estudios de latín que mi tía Maria Subi daba en pago por una deuda familiar contraído con mi madre a través de mi padre. E hice éste mi primer gran plan de fuga a la edad de los siete años, sabiendo que de seguir siendo de esa manera educada el transcurso de mí vida mí espíritu iría andar muy tapado en reconocerse y en reconocer de veras los elementos que yo tenía hambre por explotar libre y naturalmente. Me pasaron los días pensando el cómo y el cuándo iba yo a soltar mi punzada y llegó entonces el día. El sol se le paró a mi madre en la cara y yo me acerqué en ese momento a mí madre que estaba haciendo el menester de la cocina y dije algo así.
-Mama que rico huele el arroz, pienso que para la próxima con el curry, algunas almendras y champiñones guisados con ajo y cebolla podrías darle mejor sabor al arroz blanco.
-Que bueno que te gusto mija, pero el arroz no lleva almendras ¿quién te dijo tales desfachatez? El arroz es arroz y las almendras sólo en cereal y por las mañanas, y sólo dos o tres porque sí te pasas te llenas de grasas.
-No son grasas dañinas. He aprendido muchas cosas con mi tía Subi.
-Sí mijita tu tía Subi es la mejor maestra que pudimos haber encontrado para que te educara en tú capricho del latín pero la sopa de arroz déjamela a mí y a tú tía déjale todo lo que vas a necesitar para estar preparada en gramática. ¿Cómo vas con tus clases?
- Bien mama, empezamos hace dos semanas a leer a un escritor latino muy famoso que escribió un libro muy conocido que gracias a él sabemos que la orbitas son elípticas y el libro me gusta mucho, se llama La nueva astronomía, lo escribió Kepler. Ahorita estamos haciendo experimentos con unos aparatos que miran las estrellas porque queremos descubrir cómo hizo Kepler lo que hizo, que según mi tía Subi demostró que la teoría de los epiciclos de Ptolomeo, Copérnico y su maestro el nariz de oro don Tico, estaban equivocadas. Mama Kepler sabía de muchas cosas… ¿tú crees que también sabia cocinar?, seguro sabía esa receta que mi tía hace de arroz con almendras y curry y hasta seguro que de ahí de lo que escribió Kepler mi tía la aprendió.
-  ¡Ay Leona! , tú y tus cosas, mira mija tienes que preocuparte por el futuro y no por esas sandeces, que sí, sí estoy segura que te aportan algo para cultivarte pero no te lo tomes todo tan en serio, ¿quién te dará para comer cuando no esté yo cocinándote?,¡ah! ¿no va ser el tal quepler verdad?, y ni tengo yo narices de oro para empeñarla al primero que pase así que preocúpate más por ahorrar para cuando este grande porque sólo así serás una persona de provecho. Tienes que saber que tu tía Subi es la mejor maestra en latín de todo Chapala pero mijita yo aquí en casa soy quien hago la sopita de arroz.
-Mama… quiero dejar el latín. Quiero aprender a cocinar, cocinar arroz como tú.
-¿Qué quieres qué!. No mija huevonsitas aquí no si ya aprendió lo de con su tía se va para con su padre a la pesca.