miércoles, 11 de mayo de 2011


Un día como hoy



Acerque los quizás aún más cerca que ayer, y fue curioso que a la vez tú y yo nos alejamos más, porque te volviste mis ansias por escribir y te pensaba cada día, luego el amor por ti se volvió olvidadizo cuando me concebí a mi mismo en la escritura por primera vez. Ésta idea la estuve rondando desde hace tiempo, ¿recuerdas?, si la memoria no se me va, la última mirada que tuvimos fue hace tres o diez años, en si ni en mi eso ya recuerdo, me pregunto que es lo que recuerdo con firmeza, y cuando lo hago veo un parque lleno de ficus, varios amigos comunes y un trayecto de vidas que se cruzó para alejarse y volverse a encontrar en las concurrencias de un falso jamás, aunque no te fíes mucho de mi memoria porque a veces me falla, y más cuando se aferra engarzarse en un sentir del que ahora me culpo de habérte dicho, mas lo hago con decisión por que no quiero memorizar un sentimiento para entrenarme a contenerlo y decírtelo a punzadas dentro de unos años, no opté por esos cantos por no hacer ventriloquia cuando se trata expresar la voluntad, por eso pensé que quizá hoy podía escribirte: porque ayer te aleje de mi.

Seguro recordarás que un día tercamente me levanté con un idea en la cabeza y decidí ejecutarla hasta sus últimas consecuencias, dime, ¿recuerdas cuanto tiempo ha pasado desde que acepte la diversión por alejarme de la juerga? Fue más o menos el mismo en el que decidí dejar aquellos pequeños tecleos dramáticos que intentaban hacer del messenger la novela más viva y certera, mas al poco tiempo cavilé que podía hacer menos daño, inventando mis personajes sin modificar a las personas. Por ello continué moviendo los nueve dedos, aunque muchos pensaron que en mis trotes me faltaba el pulgar izquierdo para marcar el espacio, y para algunos esta era la prueba más grande que demostraba mi novatada, mas a pesar de todo seguí creando sin dañarte más, escribiendo con el último fin de no quererte cambiar, porque si mis mensajes para ti en facebook eran solo un acaso, tuve la porfía de mejorarlos: o al menos concebir que de alguna otra forma podían ser mejor.

Por ello partí y me aleje de la red, y me lleve conmigo el quizá, el que diste a mi regreso, una esperanza que siempre cargue, por eso hoy te escribo y te confieso: desde que no pensé en volver o al menos no en éste tiempo, fue que me di cuenta donde me encontraba, todo lo que había hecho y todo lo que pude hacer.

Un día de hace muchos, empecé a mudarme en tierras tan extrañas, en suelos tan lejanos en donde los ecos del español no alcanzan a llegar, y tuve aquí en la lejanía mi primer día obligado de lucidez, porque en el mismo Sol tuve la porfía de hablar con Don Avis: el señor de las aves, el señor que siempre encontré en la calle y nunca saludé, la persona que pensé sin voz sólo porque nunca me hablo ni yo a el, porque lo vi como el monstruo de una cultura extraña que en mis caminatas diarias me invadía, remitiendo mensajes en los cantos de las tórtolas de la ciudad, como si el viejo de Avis me viese por los ojos de las pequeñas palomas solitarias que planeaban en los recuerdos de un amor que quise olvidar y quise mucho, y en pasos diurnos me lanzaban su trinar para recordarme en cada pausa a ti; hasta que un día como hoy ya no pude más, y me atreví a interrumpir en las meditaciones de Don Avis, el que habla con las aves, y le pregunte y me respondió:

“El relieve del rostro delinea un millar de pensamientos, si aquellos llevan coherencia la simetría en la faz hace buen juego, de ahí viene quien elige ser bello, porque ideas en armonía forman movimientos proporcionados y las alas de un alma de la misma naturaleza"

Un día como hoy escuche a Don Avicena, cuando me atreví a hablar con un monstruo que siempre vi en la calle y lo considere sin voz, sólo porque nunca le hable y ni el a mi: un día como hoy te escribo esperando una respuesta que me pueda alejar de ti para acercarte más, un día como hoy te digo lo que tenía que decir porque ya no pude más. ¿Dime... ahora tu rostro... donde esta?

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