lunes, 23 de mayo de 2011

La Mandrágora


Hay ciertas cosas que se intuyen sin haberlas leído en algún lado o  sin haberlas oído mencionar de alguna persona.
Se intuye por ejemplo que hay pocos escritores que al redactar su texto no hicieron ninguna corrección antes de publicarlo, claro también es intuición que existen los Sruti, textos Vedas que fueron revelados por la divinidad a los hombres, escritos sin la necesidad de ningún arrepentimiento en el movimiento de las manos iluminadas de los Rishis, aquellos videntes que nos legaron el cubo de los Vedas: Rig, Layur, Sama y Atarva, cubo porque a su vez éstos cuatro textos sagrados están divididos en cuatro partes, formando el poliedro en donde recae la filosofía del Hinduismo. Con estas cavilaciones de cuatro en cuatro ahora caigo en cuenta porque los Hebreos hablan de Dios refiriéndose al éllo con la palabra :Tetragrama.
La perspicacia nos lleva a imaginar muchas consecuencias y luego a descubrirlas, ayer por ejemplo, fue la primera vez que leí el dialogo de Laques o del Valor ¡y vasta fue mi sorpresa! porque nunca imaginé que Platón también conversó con sus contemporáneos sobre un problema que consideré sólo mío o de mi época, verán ustedes a donde me llevó el heleno ayer mientras leía en la Plaza de la Libertad aquí en la bella Timisoara, lo cito:

“…Es para mi un placer inexplicable ver que sus palabras y sus acciones están perfectamente de acuerdo, y se me figura que es el único músico que sostiene una armonía perfecta y no con el tono de su arpa o de su lira, sino con el tono de su propia vida, porque todas sus acciones concuerdan con todas sus palabras, no según el tono lidio, frigio o iónico, sino según el tono dórico…”.
Laques.

Con esta oración se refiere Laques al enunciar los encantos que causan los diálogos con el hijo de Sofronisco, el famoso Sócrates y para volver a recordarme a mi mismo y al buen lector, Laques habla todavía de cuatros: primero el tono lidio, que es la voz que emite un pesimista por convicción, este canto de Erinias se escucha con más fidelidad melancólica cuando se pregunta a un enfermo sobre las posibles mejoras que puede realizar la especie humana y él o ella responden  que no se puede hacer aún nada; luego viene el tono frigio, que es todo su opuesto: arrogante y presuntuoso como los versos seductores de Pita Amor, el tercero de los acentos es el tono iónico: afeminado e impúdico, como la voz de Octavio Paz en una entrevista de Joaquín Soler Serrano y por último el tono dórico, el cuarto, el ágil, justo y armonioso. Analizando luego estas clasificaciones que hace el griego, un cierto instinto me hizo pensar que Julio Cortázar quizá para todos no es el mejor escritor, pero al escucharlo se percibe que sí es el literato hispanófono con uno de los sentidos más desarrollados de la euritmia, porque pudo conservar las melosas cadencias del acento argentino en una proporción que no empalga pero endulza tratando totalmente de eliminar todos los altivoces artificiosos que existen en su entonación materna, para cotejar el hecho por favor escuche con atención la artificiosa eufonía que Octavio Paz Lozano va hilando para representar a sus pensamientos en la entrevista con Soler Serrano, se oye en algunos momentos su canto taimado y hasta cierto punto puede justificarse ya que seis años en la India y otro tiempo más en Europa seguro que producen un coctel musical en cualquier oído  pero como que Octavio quedo después de todo ello ionicamente desafinado,  porque no justifica a un gran maestro de la rima como Octavio Paz el no haber elegido sólo los tonos dóricos que haya escuchado en otras lenguas durante sus estadías en países lejanos y en sus largos y amorosos viajes: elegir de entre las acentuaciones del mundo con tal de cocer en la lengua propia un consomé de sonidos que se pueda servir con naturalidad en la gran mesa del idioma materno es algo por hacer y luego estudiarse, nuestra hispanofonía es una labor que enriquece a todos sus hablantes y que ahora mismo se  está creando. Alcanzó a intuir de donde venía el saxofonista dentro de Cortázar y porque Octavio a pesar de poseer el don de la rítmica en su letra nunca tuvo el anhelo de probar su talento con algún otro instrumento musical por considerarse en euritmia y armonía más corto que sus pensamientos. Dejó la materia para que algún experto en la Ortología me instruya en mis cavilaciones porque yo apenas hube leído ayer sobre las cuatro acentos que cuenta Laques y no en la versión más fidedigna que es siempre en éstos casos clásicos de Platón es la de Gredos, sino en la edición Porrua del setenta y nueve. De mi parte seguiré trabajando en los cuatros porque mis intuiciones cada vez que las hago constantes me confirman más diversión y conocimiento propio: hoy gracias a ella también descubrí la Mandrágora aquella comedía que escribió el gran estadista del renacimiento, Nicolás de Maquiavelo, al fin y al cabo todos se concebían como Polímatas en esos tiempos, ¿porque no hube sospechado que Don Nicolás de Maquiavelo fue en realidad un dramaturgo?.



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